El bosque oscuro

-Así me gusta -Le dije satisfecha.
Me separé un poco de él mientras lo miraba yo también a los ojos.
-Has cambiado -Susurré.

Sonreí cálidamente mientras lo volvía a abrazar,
lo había echado muchísimo de menos.
-Ni se te ocurra volverte a ir, o iré detrás tuya hasta el infierno
si es necesario -Susurré.

-¿QUÉ? -Grité enfadada, ¿me había
mentido? noté como mis ojos se ponían de un color
rojo por la furia... me controlé rápidamente.

-¿A qué te refieres con ese todo? -Le dije
apartando su mano de mi boca, para poder hablar.

-Ah si... ya... -Susurré recordando viejos tiempos...
que mejor sería que no hubieran ocurrido.

-Nada, no me dejé ver mucho -Suspiré. Subí a la copa
del árbol y observé lo maravilloso que era todo desde allí.

-Sí -Le contesté un poco sorprendida por la pregunta.
-¿Por qué no iba a estarlo? -Le pregunté mientras miraba a lo lejos.

-Soy un vampiro, soy inmortal, no me va a pasar NADA -Le respondí con una amplia sonrisa.
-Además, sé cuidar de mí misma -Le dije.

Miré a lo lejos... estaba anocheciendo.
-Se te echó de menos -Susurré.

-No deberías de haberte ido -Susurré.

-¿Qué pasa? -Le pregunté bastante sorprendida mientras sacaba una daga, que estaba sujeta a mi pierna derecha por una especie de correa. Me lancé al abismo desde la copa del árbol.
Caí sin dificultad, como un gato.

Observé quieta como una estatua, como mi hermano hacía piruetas y luchaba contra Salazar. Llegó el momento en el que mi aburrimiento fue tal que me apoyé en el tronco de un árbol y bostecé, como si estuviese viendo una película y no la realidad.
-Salazar, parece que has perdido bastante poder -Dije, hablando más para mí que para él